Entremezclaron con mimo sus desdichas en vaso largo. Apuraron de un trago los restos de sus soledades. Vomitaron sus rencores de limón esparciendo por el suelo el serrín de su desconcierto.
Salieron abrazados, trastabillando torpemente y tropezando con cada emoción no sentida; con cada deseo no expuesto; con cada palabra retenida por las timideces. Se levantaron no obstante de todas las caídas. Ensangrentados los rostros; amoratados los brazos; temblorosas las piernas y fríos los pies consiguieron llegar a la casa, entrar en la habitación y consumaron un polvo épico de sangre y olvido.
La resaca fue sublime. No recordaba nada. Tan solo la enrojecida sábana y un desconocido y dulce aroma, de mujer tal vez, le recordaron que, una noche, ella estuvo allí.
dissabte, 20 d’abril del 2013
DESDICHAS
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